Esto que voy a contar a continuación es una historia verdadera, basada en hechos reales como se suele decir, aunque muy bien podría ser uno de esos relatos con moraleja que están tan de moda ahora. Me lo contó un hombre, de unos cincuentaytantos tirando para sesenta como una anécdota de su vida, fíjate que cosas pasan, me dijo.
Este señor enseñó a manejar un tractorcillo a su hijo con tan solo siete años. Con nueve, al niño lo llamaban los agricultores de la zona para trabajar simplemente porque les hacía gracia verlo tan chico y lo bien que manejaba la máquina. Y un día el niño, con nueve años, se fue al cole con el tractorcillo.
Os podéis imaginar la que se lió. La profesora mandó llamar al padre del pequeño tractorista para regañarle.
Entre otras cosas le llamó inconsciente e irresponsable y le dijo que era una absoluta barbaridad enseñar a un niño a conducir semejante máquina. Una como esta era mas o menos para que os imaginéis:
El niño siguió conduciendo el tractorcillo y cuando se hizo adulto se dedicó profesionalmente a ello.
Muchos años después, estaba este señor un día en su negocio cuando apareció una mujer muy nerviosa. Su marido había metido el coche por un camino demasiado estrecho y al final una de las ruedas delanteras del coche se había quedado encajada y no podían salir. Ella había ido a buscar ayuda. Pero allí no llegaba una grúa, ni ningún vehículo grande.
Este hombre se acordó de su hijo, que con el tractorcillo podía intentar sacar el coche. Y así lo hizo, el chico fue y lo sacó. Pero lo mas curioso, lo mágico de la historia es que cuando la señora se pudo calmar y miró de verdad a su salvador.....pudo reconocerlo. Y es que esta mujer era ni mas ni menos que la profesora que había intentado quitarle la costumbre de conducir un tractorcillo.
Muchas veces lo que llamamos casualidad no es sino la manera que tiene la vida de enseñarnos alguna lección. Son lecciones que vamos a aprender seguro, porque las cosas "mágicas" están muy relacionadas con el inconsciente, con el sitio donde cocinamos sin darnos cuenta nuestras ideas.
Debemos dar alas a las personas que nos rodean, no cortárselas. Puede que en el futuro nos volvamos a cruzar con ellas y nos saquen "volando" de algún entuerto, o puede que no. Puede que saquen a otra persona, ¿que mas da?.
El caso es que si damos alas, ayudaremos a que estas personas puedan dar lo mejor de ellas en muchas situaciones, haciendo uso de sus capacidades, sintiéndose realizadas en sus vidas y, en muchas ocasiones, dando lo mejor también por los demás.
Un abrazo,
Ana.
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